El decir de lo incomunicable - Pinkus por Munaro

 

                                                                                                 

El decir de lo incomunicable

Tándem para un animal pink (Zindo & Gafuri), de Nicolás Pinkus, continúa una propuesta singular e intensa. Una poética que busca descifrar lo intangible dándole legibilidad a la experiencia innombrable. Un “thriller barthesiano”, según palabras del propio Pinkus; ejercicio lírico que pone al descubierto los tránsitos de la percepción. Versos que capturan la temporalidad del sentimiento, para materializarlos en sensación.

Augusto Munaro

 

 

-Tándem para un animal pink, es un libro singular. Me gustaría te refieras a la historia escritural de este poemario…

-Es un libro simultáneo a una experiencia, se iba escribiendo durante el inicio, el desarrollo y el final de una relación amorosa. Fue muy curioso para mí ver cómo iba surgiendo, muchas veces siendo escrito en compañía de aquella pareja o cuando más vívida estaba su presencia, es decir, durante su ausencia. Sin embargo, a mi entender, no es un libro confesional ni catártico. Es más bien un libro sobre el asombro y lo perplejo que me dejó esa experiencia. Yo diría que es un libro de celebración, fue escrito con mucha fluidez, casi como en estado de gracia o danza.

 

-¿El “animal pink” del título tiene mucho que ver con el “PINKus” autor?, ¡hasta las tapas del poemario lucen en espléndido rosa!

-Sí, los títulos son lo último que decido. Una vez que percibo la obra completa, ahí viene la decisión sobre el título. Mientras escribo, van apareciendo títulos posibles, pero necesito sentir los límites, lo finito de la escritura, para que pueda tener un nombre. Tándem me resultaba una palabra entrañable, sonora y anacrónica. Tres cualidades que son fundamentales en mi poética. Me interesaba sí que fuera un título desnudo: El sujeto de la enunciación de los poemas no es gramatical ni abstracto, soy yo. A mí me dolió, me entusiasmó y me dio asombro la experiencia amorosa y este libro es su crónica y testimonio.    

 

-¿Podrías referirte a tus lecturas formativas en torno a la poesía, y tus primeros impulsos al querer escribir en verso?

-Yo descubrí la poesía de grande. Siempre fui un gran lector de narrativa y teatro, pero bastante vago respecto de otros géneros. Pero así y todo, escribía, sin referencias ni nociones de estilo ni de saber el Who’s who de la poesía local y mundial. Hasta que junté mucho material y asistí durante unos años a taller con Tamara Kamenszain, gran poeta y extraordinaria maestra. Luego gané una beca de la Fundación Antorchas para hacer un Taller con otros dos inmensos poetas: Arturo Carrera y Diana Bellesi. Hasta ese momento, yo me había entusiasmado mucho con la poesía norteamericana, sobre todo el Trascendental Club: Emerson y Thoreau, en particular. Me intrigó siempre la experiencia metafísica y la relación de lo humano con lo natural, y esas lecturas me producían una sensación fascinante de misterio. Aún lo hacen. Pero también leía todo lo que conseguía de los beatnicks, probablemente por la conjunción de homoerotismo, judaísmo y contracultura que caracterizan la obra de Allen Ginsberg. Kaddish es un poema conmovedor y suelo releerlo.

 

-Algunos de tus poemas están encabezados por citas muy intensas, de poetas como Ezra Pound, Saint-John Perse y Moore, entre otros.... ¿Cómo marcaron tu modo de sentir y ver el mundo?

-Mis mejores lecturas se producen durante la escritura de un libro específico. Ese material va generando una gravedad particular y atrae autores y los instala en su órbita. Leo satelitalmente, y me produce una felicidad total. A veces, empiezo a escribir sobre mis orígenes ruso-polacos y empiezo a leer el “Zoo o cartas no de amor” de Shlovski y me vuelvo loco de alegría, qué libro. Y mi lector-de-infancia, fascinado con los viajes al espacio, mi lector-adolescente, que lee todo lo que encuentra sobre la Unión Soviética y el comunismo, me hacen llegar a los libros de Yuri Gagarin, el cosmonauta propagandista. Esos autores no son poetas, pero logran el mismo efecto que uno le demanda a la poesía: extrañamiento, humanidad, misterio y epifanía civil.  De allí, a leer con profundidad a Ajmátova, a Tsvetáyeva. No son lecturas programáticas, son textos que ayudan a fraguar un universo lingüístico, experiencial, que no queda fotocopiado como estilo, sino que va balizando caminos en el libro. Así se fue escribiendo mi segundo libro, Los Formalistas Rusos, pero sucede con toda mi escritura. Pound, Moore y todo lo que aparece en mis libros tiene que ver con esas lecturas orbitales, no necesariamente porque sean mi canon de lecturas o mi gusto personal.

 

-Leo tu poema de manera completa: “…el vino, el diario, este domingo/ de albahaca fundiendo su impronta/ en el aceite, hay mensajes/ cifrados que dicen/ que vamos a estar juntos para siempre,/ que no podríamos/ alimentarnos ya de otra manera”. Hay en tu poética una suerte de gusto por el despojamiento. La precisión para “crear” lo nombrado.

-Sí, un despojamiento y un intento de precisarlo, de comprenderlo. Los versos que convocás hablan de lo cifrado. Y esa es una figura de pensamiento fundamental en mi poética: cómo descifrar lo intangible, cómo darle legibilidad a la experiencia innombrable, visibilizarla sin hacerle perder su enigma. Si pierde el halo evanescente, el desciframiento es ciencia, explicación. Y a mí no me interesa esa racionalidad mensurable, sino aprehender una intuición. En Tándem para un animal pink, hay un yo poético que sigue huellas para comprender el fracaso amoroso.  Un thriller barthesiano: ¿Quién mató al amor? Y ahí entran los poemas-detectives a trabajar y a seguir pistas.

 

-Nicolás, ¿la poesía es la búsqueda de uno mismo?

-No, la poesía es la búsqueda de todos, de la totalidad. Un lugar más allá de la comunicación y más acá de la Verdad.

 

-Escribir poesía no es algo que se pueda forzar, ¿verdad?

-¿Por qué alguien querría forzarse a escribir poesía? Yo estoy convencido de que la poesía no es una búsqueda, es algo que nos encuentra. Un llamado. Luego sí, hay que formarse técnicamente y leer mucho para que la escritura no sea válida sólo para el autor. De una vocación hay que apropiarse y hacerse responsable, si no se convierte en una carga, un potencial que no engendra producción y sólo molesta y abruma.

 

-Quisiera que nos comentaras sobre tu labor como docente multifacético. Realmente prolífico tu perfil académico, que por cierto, tuvo sus momentos en la UBA, en la San Andrés… ¿Qué nos podés contar de esa experiencia catedrática en relación a tu obra poética?

-El viaje por el mundo académico empezó por mi pasión y necesidad de pensar la comunicación, que es mi área de estudio y trabajo. Soy profesor porque viví la transformación personal que produce el conocimiento, te empodera, te enriquece y te permite atisbar la complejidad del mundo. Y me interesa contribuir a que otras personas vivan lo mismo. Si bien es cierto que lo académico se puede anquilosar –como toda experiencia institucional- tiene en su misma ideología la capacidad para producir la apertura a nuevas maneras de vivir y pensar. Nunca sentí que lo poético y lo teórico fuesen incompatibles; por el contrario, las ciencias sociales y –sobre todo- la filosofía necesitan esa cualidad poética para ir más allá de sí mismas. Son herramientas que arman una voz. 

 

-Comparto un fragmento de “La fiesta del paje”: “Suenan marimbas, la percusión del acecho/ se entrevera entre mis brazos/ y late;// late y domina el esplendor de un casual,/ de un instante donde la vida cobra dimensiones// macabeas//errantes”. Más allá de lo obvio, ¿cuándo y por qué surge el sentimiento en tu decir?

-Nunca me interesó la expresión de los sentimientos en la poesía. Sí me interesa la poesía sentimental, que es otra cosa. Lo confesional y lo catártico me aburre, me deja afuera. Cuando la realidad está mirada desde un prisma sentimental, sí sucede algo poéticamente interesante.

 

-Las sensaciones están presentes a través de una escritura impresionista. Hay en tus versos, en especial aquellos de “Escudo báltico”, “Aseveración loud” o “Naturaleza muerta”, una lograda porosidad sensorial. ¿Cómo se alimenta esa expresividad lírica?

-Se alimenta de la observación y la percepción. Y de la experiencia propia, sin duda. Pero no de la experiencia de los eventos, sino de los tránsitos: experimentar  demoras, paciencias, éxtasis, ascensos y derrumbes en sí mismos, prestando atención a su lógica, más allá de los sucesos que le son propios en tal o cual situación.  Lo interesante de la lírica es que tiene peso, pasado, sustancia. No se la puede mirar de frente porque ya no nos es creíble, pero sí tamizarla y mixturarla. La lírica me permite acudir a un registro arcaico, fuera del tiempo, que es la misma temporalidad del sentimiento. 

 

-Es interesante ese tránsito del poeta que decide convertirse en editor. A lo largo de los años han surgido varias editoriales independientes lideradas, como es natural, por un poeta. Ser ambas cosas es para muchos el único camino. ¿Cómo se da en vos ese camino con Zindo & Gafuri?

-Me interesa mucho la edición de textos, no tanto la actividad comercial de una editorial. Co-fundé Zindo&Gafuri, pero no pude convertir la edición en un trabajo. Lo que me resulta muy atractivo es leer una obra, pensarla, sugerir cambios para potenciarla, el diálogo con otro poeta. Ese trabajo de edición me parece maravilloso, muy enriquecedor y estimulante.

 

-Sería interesante que hicieras un balance de tus últimos libros en conjunto. ¿Qué nuevos proyectos seguís preparando?

-Belvedere de los segundos auxilios, Tándem para un animal pink y Mayorías de uno son mis últimos 3 libros. No los puedo leer como un conjunto, son apuestas diferentes. Pero aprovecho esta oportunidad que me das para pensarlos juntos… Como punto de enlace, creo que se va acentuando una mirada: la imposibilidad de conocer lo natural para el hombre; la imposibilidad de conocer lo social para el hombre; la imposibilidad de conocer al hombre para el hombre. Y sin embargo, se hace posible. La posibilidad de lo imposible, el decir de lo incomunicable.  Eso me interesa cada vez más. A otros poetas, esta percepción los ha llevado hacia el silencio. A mí no, al revés, necesito más palabras. Otras palabras.

 

-¿Con qué verso acabarías esta entrevista?

-“Desdeanteselaguaestuvoaquíconmigo” (Gyula Kosice)

 

Nicolás Pinkus (Bs. As., 1969), es poeta, editor y magister en periodismo, semiótica y comunicación. Como docente investigador ha trabajado en varias universidades, dirigiendo proyectos de investigación y dictando cursos de grado y posgrado en temáticas afines a la comunicación visual y el diseño.  Fue uno de los miembros fundadores del sello de poesía argentino Zindo & Gafuri. Como poeta ha publicado, Postmortem Daguerreotypes (2001), Los formalistas rusos (2002), Affidávit (2004), Ersatz (2007), Mayorías de uno (2012) y Belvedere de los segundos auxilios (2016).