Hielo incandescente - Verónica Pérez Arango

 

 

¿Encontraré acá lo que tanto anhelo, esa calma continua

entre los nimbos, los oídos desacostumbrados al sonido de la

vida en casa, y un camino en espirales, por donde ir aunque no

haya señales? Vuela el polvillo espacial de un color sin nombre

trazando formas en el aire, como hologramas de bestias prehistóricas

que han olvidado por siempre el peso y el tamaño de su cuerpo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El globo fabricado con los materiales más resistentes

es un capullo blanco, móvil y delicado, para dormir siestas

de 15 minutos luego de almorzar píldoras de espaguetis.

Me siento bien en los lugares pequeños, arrullado en una

barcaza que flota en las olas del sistema solar a la vez

que en la Tierra cientos de manos se agitan como banderas

para desearme suerte en ésta, mi primera misión espacial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alan saldrá

mañana de viaje

y yo voy a quedarme

inmóvil en el verde jardín

mientras en la pieza

las noticias de la tele

entran en una ebullición

tornasolada.

Confundo lo que pasa

en distintas partes del mundo

el derrame del dólar

con la crisis individual

el hambre en Suecia

con los niños de Haití

comiendo orgánicos

los países en guerra

con la búsqueda

de la paz mundial.

Me sobresalto

como un animal

que ha estado

toda su vida

en cautiverio.

Escucho

la pronunciación

monocorde

del locutor

NUEVO

RECORD

ESPACIAL

letras de neón

parpadeantes igual

que viejos planetas

extinguiéndose

en la soledad de la noche.

¿Qué vas a meter

en tu valija

interplanetaria

y transparente

acaso hay algo

que tenga el espesor

de tu indiferencia

un cuerpo

narcotizado

desde el origen

de los tiempos?

Mi bello durmiente

no te has dado

cuenta de nada.

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A veces me vuelvo

una adivina que canta

los pensamientos

ajenos, el aleteo

débil del corazón.

 

Cuando soy yo

pero también los otros

un flash sale

de mis ojos

-cegador y constante-

y enseguida

una explosión

misteriosa

entre las nubes.

 

El cielo y la tierra

unidos

por el hilo

invisible

del destino.

 

Ahora

por ejemplo

lo veo a él

retirarse

a paso lento

a una casa

individual

hecha de cables

y aluminio.

Tendrá

una coraza protectora

a prueba de meteoritos

y demostraciones

de afecto.

 

Entonces lo oirán

en sus retinas

los pasos resonando

sobre la vida nueva

el crash de los brotes

recién nacidos

el sonido que hace

todo lo impredecible.

Como en una película

avanzará por el espacio

seguro una flecha

o mejor

un pájaro de fuego.

 
  

 

 Verónica Pérez Arango nació el 10 de mayo de 1976 en Buenos Aires. Publicó la plaqueta la desdentada (Casa de la Poesía de Buenos Aires, 2002), Camping (Bahía Blanca, Vox, 2010), Un dibujo del mundo (Buenos Aires, El Ojo del Mármol, 2014; Ediciones Liliputienses, España, 2015) y Hielo incandescente (Caleta Olivia, 2017). Participó de las antologías Lo que la perdiz opina de los finales felices (Ediciones Liliputienses, España, 2015), El Rayo Verde (Viajero Insomne, 2014), Exit 75 (edición a cargo de Germán Weissi, Alejandro Parrilla y Laura Mazzini, 2014), Razones para vivir en la dicha (2013) y Quedar en lo cantado. Poesía argentina y dominicana (El fin de la noche, 2009). Trabaja como docente en escuelas secundarias y coordinando talleres de lectura y escritura.