Estela Figueroa - El hada que no invitaron

Por Patricio Foglia y Natalia Leiderman.

Es sábado a la tarde pero, en Parque del Sur, no hay absolutamente nadie. Cada tanto, alguien pasa corriendo, como un fantasma con auriculares y ropa deportiva, abstraído del mundo. Hay pocos árboles y los que están, están caídos o talados. A unas cuadras, está la plaza central, la 25 de mayo y dos chicos toman mate, sentados en una fuente ornamentada por una bandada de pájaros fijos, falsos, hechos de vidrio. La fuente está apagada. Más allá, están el Casino, el Bingo y un Shopping, breve y angosto como un pasillo. El Puerto Madero vernáculo tiene enfrente un Coto y un hangar abandonado, complicando un poco la vista al río.

Hoy, ahora, casi ninguno de sus cuatrocientos mil habitantes está paseando, en este día de sol de otoño. Vamos a la casa de Estela Figueroa, que queda después de la cancha de Colón, a dos cuadras del barrio del Fonavi. A la cancha le dicen El cementerio de los elefantes y el barrio del Fonavi son bloques de cemento, de pocos pisos, grises o mal pintados de verde. "El otro día leí que Santa Fe es la Provincia con la tasa de homicidios más alta de todo el país", nos va a decir Estela, en un rato.

Y al otro día, cuando nos llame por teléfono para saber si estuvo bien el viaje de vuelta, va a decir: —¿Vieron? Es triste Santa Fe.

Leemos la solapa de uno de sus libros. Dice: “Estela Figueroa nació bajo el signo del León y del Perro en 1946 en la ciudad de Santa Fe, dónde aún sobrevive. Publicó Máscaras sueltas, A capella y La forastera.” Ahora prepara su obra reunida, con su último poemario inédito: Profesión: sus labores. La obra reunida se llama El hada que no invitaron, como el hada que arroja su maldición en La bella durmiente de los hermanos Grimm.

 

                                                                                                                                                                                  ***

Pensé que yo era el hada que no habían invitado. Creo que lo que he escrito, ha sido siempre en situaciones adversas. Como decía Roberto Arlt, que es uno de los argentinos que más quiero –también a Puig, no a Saer, y eso subrayalo—, por su prepotencia de trabajo. En Dirección de Cultura no hay ni una silla que sea mía, entonces yo firmo El hada que no invitaron. Y el hada que no invitaron, lo saben, echa una maldición. Yo no, más que desearles la muerte... pero Pavese decía que no hay que desearle el daño a nadie, porque ya la vida nos hace mierda a todos, y es cierto.

                                                                                                                                                                                  ***

Yo no voy a cenas de la Universidad. Hice un libro, sobre un escritor loco que hay acá en Santa Fe. Él tenía la idea de publicar un libro que se llamase: Yo nunca le chupé la pija a nadie. Nunca anduve atrás de nadie. No va con mi forma de ser. Tampoco hablo mucho de poesía. Tengo amigos que escriben, pero no hablamos de literatura. Les regalo libros que les pueden interesar. Hablamos de los problemas de los hijos, del mundo. Escribir no es ser diferente.

                                                                                                                                                                                  ***

Desconfío de la gente que escribe muchos poemas. Que te dicen: Ay, ahora estoy escribiendo tanto… No sé, porque realmente es una conexión. Una vez, una mina de mi barrio me hizo reiki. Nos hicimos amigas. Ella me hacía masajes. Para ella, yo era su amiga azul. Un día, me dice: Te regalo un reiki. El reiki no se cobra, es una ofrenda, una persona que cree que en ese momento puede ponerse en contacto con vos. Acepté. Me acosté en la camilla. Ella daba vueltas alrededor mío. En un momento, abrí los ojos y vi que ella lloraba mucho. Yo tenía tal estado de paz, que tuve una alucinación, como la entrada a algo y predominaba el color rosa. Me duro mucho tiempo ese estado. No necesitaba tomar mate ni comer ni ver televisión ni nada. Y lo más importante: sentir que en tu vida no ha pasado nada grave. Nada que te haya dañado para siempre. Me fui a caminar a Parque del Sur y me sentía tan importante como un poquito de césped. Eso me daba mucha tranquilidad. Era importante, pero como eran importantes los árboles, el césped. Y formábamos parte de una cosa, que vaya a saber una dónde empieza y dónde termina.

                                                                                                                                                                                  ***

Una vez venía entrando por el pasillo y sentí que entraba en un estado de gravedad tal, por suerte estaba sola y escribí un poema. Recuerdo esa escritura. Quedé como tranquila después, bien. Era un estado límite, me estaba acercando a algo. Ya te digo que, lógicamente, no aparecen muy seguido. Y a veces me pregunto si el último poema habrá sido el último. Me queda siempre esa duda.

                                                                                                                                                                                  ***

Lo que experimenté con Profesión: sus labores. Me resultó angustiante leer lo que había escrito. La policía anotaba así a las minas. Y vos tenías que aclarar yo soy tal cosa, soy tal otra. La Dictadura me marcó mucho.

                                                                                                                                                                                  ***

Cuando la tuve a Virginia, fue una cosa muy conmocionante para mí. Me di cuenta de que estaba embarazada como a los cinco meses. Nació Virginia, un bebé precioso, de propaganda. Nos fuimos a vivir a una casa que nos prestó mi viejo. Salí sola, con Virginia, que tenía quince días. Pensé: la vida de este chico depende de mí. Fue algo terrible, era joven. Tendría 22 años. Nunca había pensado en tener hijos. Sentí una conmoción, no sé cómo no se me cayó de los brazos.

                                                                                                                                                                                  ***

Yo pierdo cosas siempre. Una vez, estaban mis hijas y yo había recontra preparado una clase sobre una Aguafuerte, y no encontraba el libro. Me largué a llorar, como una loca, y les pedí a mis hijas que avisen que no iba a dar la clase. Me vieron tan desesperada, que se pusieron a buscar y lo encontraron. No soy una buena guardiana de mis pertenencias.


Tracé un paréntesis en mi vida

En ese paréntesis puse mis emociones.

Como un chico que en una tarde de domingo
pasea con un globo
yo paseo con mi paréntesis
Si el hilo es fuerte
lo conservaré
Si es débil
no claro que no

Mis emociones
me inundarán
como un río.

 

                                                                                                                                                                                  ***

Mujer en dictadura

Gruesas paredes cubrieron las ventanas, las puertas.
Quedé sola, sin libros. Quise gritar ¡los libros no! Pero
también se habían llevado mi voz. Dejaron un agujero para
mirarme. Una araña empezó a cubrirlo.
Tal vez ellos se olvidaron de mí.

 

                                                                                                                                                                                ***

Una noche entró el Ejército. En ese momento, el padre de mi hija — en ese momento, hija única— me decía que quería irse del país. Yo no. Que se fuera él. Nos acostamos. Se podía entrar por un costado de la casa. Una voz amable dijo: Ejército Argentino en acción. Él abrió la puerta. Virginia dormía conmigo. Serían las dos de la mañana, se fueron a las ocho y todo el tiempo un hijo de puta estuvo apuntándome con una ametralladora a mí, que la tenía a Virginia abrazada. Y Virginia durmiendo. Se me mezclan los distintos allanamientos.

                                                                                                                                                                                    ***



El amor no sólo se manifiesta por otra persona. El erotismo uno lo puede depositar en muchas cosas, no solamente en una relación con otra persona. Creo que he sido amada y he amado. Pero he tratado de que esas cosas no traspongan un límite. Que mis pasiones no me aniquilen. Es un deseo de preservarme. Una vez me pasó, yo tenía cuarenta y pico de años, él tenía veintiséis, veintisiete años. Hubo una atracción, fue algo muy loco. En medio de eso, no había sexo, pero sí un erotismo desmesurado: yo le servía un café y temblaba. De pronto, llegaba el momento de comer juntos, en la casa de él o en mi casa. Todo en medio de un tembladeral. Y a él le llega una beca para irse a estudiar afuera. Él decía que tenía el síndrome del león enjaulado. Había viajado a lugares horribles con tal de no permanecer en una ciudad. Un día, llegó desesperado y me dijo que le habían hablado de España. Yo creo que hay en mí una conciencia de los límites. Al otro día, yo estaba parada esperando un ómnibus y lo vi pasar, a él con sus amigos, por la vereda de enfrente. Eran jóvenes. Yo ya no era joven. Sentí que era la juventud la que pasaba. Él me preguntó qué hacía, si se iba o no, y yo le dije que se fuera. Después me buscó, una tarde, y me dijo que fuéramos a la casa de él. Y yo le dije que no, porque me parecía que si llegaba a acostarme con él, me iba a prender de las ruedas del avión e iba a quedar destrozada en la pista. Después recibí una carta de él, que conservé mucho tiempo conmigo. Me decía que pensaba en mí hasta que amanecía. O sea que había sido algo recíproco. Pero hay cosas que no pueden ser, por más penoso que sea, hay que reconocerlo y tratar de salvarse de no quedar destrozado en una pista. Yo no puedo vivir en un estado de pasión por otro en forma permanente.

                                                                                                                                                                                  ***

Manuel (Inchauspe) era un tipo muy cerrado, muy desvalido. Él hacía una vida totalmente vulgar, con una mujer vulgar, tenían dos hijos. Él escribía un poco a la brasilera, a la manera de Bandeira, de Drummond de Andrade, sin ir más allá. Y de pronto este tipo conoce a una mujer y se enamora, tal vez por primera vez en su vida. Me lo contó. Y a veces, te olvidás cartas en los bolsillos para que otro las lea. Eso fue lo que pasó y su mujer lo echó de la casa. Él era alcohólico, y ese fue el principio del fin. Volvemos al tema de que en la vida hay que saber cuidarse. De toda la ciudad, solo tres personas recibíamos a Manuel en nuestras casas.

                                                                                                                                                                                  ***

Me acuerdo de una amiga que me decía Ay loca, qué veranos… qué maravilla, todas cogimos, chupamos cerveza, los machos nos hacían asados. Esto es vida. Andábamos tan cansadas, fue un verano de mucha parranda. Y ahí: Sostenme que me caigo, mi nuca está tan fatigada. Se daban cosas, aparecían hombres, no solo de Santa Fe, y todo era maravilloso. Cuando algo es bueno, hay algo que te pone los pelos de punta y uno lo hace suyo. Por ejemplo, yo leí un libro hace poco y no me pasó nada. Todas dedicatorias y cosas así. Hasta lo regalé al libro. Pero, por ejemplo, una vez leí en Diario de Poesía estos dos versos: ¿Quién hay dentro de mí que me odia tanto? Esa frase me dio vuelta la cabeza y no me abandonó nunca más. Qué terrible, Dios mío, ¿quién hay dentro de mí que me odia tanto?
 
                                                                                                                                                                                  ***

La poesía no es exhibición, yo creo que es algo que se puede compartir como yo estoy ahora compartiendo con ustedes pero no subir como una reina, bendecida por los ángeles y leer y que me aplaudan. El curro de los Festivales, en una época tuvo sentido, pero ahora hay festivales por todos lados, y gente siempre dispuesta a ir.

                                                                                                                                                                                  ***

Emily Dickinson decía que cuando ella sentía un estremecimiento físico, como un escalofrío: era porque estaba ante un buen poema.

                                                                                                                                                                                  ***

Es un verano raro.
Sopló viento.
Llovió.

Las flores de los jacarandaes
Yacen en las veredas.
Voy por un camino lila.

Es una pena que ya no seamos amigas.

 

                                                                                                                                                                                    ***

Vegetal

Como la erika
que antes de secarse
produce un hijo

Pero también como la orquídea
orgullosa y sola

Como el sauce
inclinado
hacia el río quieto

Pero también como la grevilea
que enfrenta
los vientos más feroces

Frágil como los pensamientos
a los que una ligera
lluvia aplasta

Abierta como el paraíso
que juega
con las gotas

Manos desconocidas
revolvieron el césped
donde escribí palabras.

¿Buscaban tesoros ocultos?

Soy hosca
como el cactus.

 

                                                                                                                                                                                      ***


Esta chiquitita soy yo. Fíjate lo que es la inocencia de una niña. Ahí ya tengo la carita del hada que no invitaron. A mí no me festejaban los cumpleaños, porque mi vieja era una grandísima hija de puta. Veo esta foto, que me dio mi hermano no hace mucho y dije, pero yo me he inventado una historieta familiar. Yo recordaba otra cosa, pero no… era el cumpleaños de esas dos chicas, y yo me metí ahí. Y estoy re feliz. Era el cumpleaños de ellas, no el mío. Scott Fitzgerald dice la vitalidad es algo que se tiene o no se tiene. Hay mujeres que con dos mangos, agarran al amigo que está enfermo, lo traen a la casa, buscan los remedios, solucionan todo. Y hay otras que están papando moscas. Mi vieja era de las que papaba moscas. No teníamos ropa y ella no sabía coser, no sabía tejer, no sabía andar por los aires y moverse con mucho donaire… Era una manera de decirle a mi viejo: mirá, por tu culpa, los chicos están así. Eso es una maldad.
 
                                                                                                                                                                                      ***

Me gustaría morir siendo muy vieja, llegar a sentir como un cansancio de estar vivo. Llegar a desear la muerte, y que no sea una invasora.

                                                                                                                                                                                      ***

No fui amiga de Juanele. Cuando lo conocí, todos sus amigos habían fallecido. El otro día me acordaba de él, tenía un banquito y siempre estaba sentadito, tomando mate con anfetaminas. Yo salía hecha una reina de ahí, sentía que sí, que iba a poder escribir, que mi vida había sido algo fantástico, y eran las anfetas la puta que la parió. Mucho tiempo después, él me contó y yo dije claro, con razón...

                                                                                                                                                                                      ***

Yo escribía cuadernos y cuadernos, era chiquita y mi padre me dijo Pensar que esas boludeces que hacés un día las va a leer la gente. Un amigo me dijo que eso tenía una doble lectura: que hacías boludeces, pero hasta cierto punto, porque él pensaba que las iba a leer la gente, o sea que apostaba por mí. Pero no era la época más feliz en la relación con mis padres.

                                                                                                                                                                                      ***

Fui amiga de Escudero. A mí me gustó muchísimo un compact, dónde él canta. Le escribí y él me contestó. Me llamaba todos los domingos a la mañana, nos reíamos. Yo le decía - Chiquito, ¿usted sabe que anoche soñé que nos casábamos?; - Ay, como para casarme estoy yo… respondía él. Tenía como noventa años. Una vez lo llamo y me dice: - Pensar que antes, salía a caminar y miraba mujeres, y ahora me hago el estúpido como que me miro vidrieras porque me cuesta caminar. ¡Pobrecito! Compartíamos el zen, nos leíamos cuentos zen cuando charlábamos.

                                                                                                                                                                                      ***

Supongo que, como dice la gente, me casé enamorada. Es lo peor que se puede hacer. El enamoramiento es una enfermedad. Pero el mismo día del casamiento, yo tenía ganas de irme a la mierda. Pero a dónde iba a ir, una chica de veintidós años, embarazada, sin trabajo. Me acuerdo que una vez me puse a llorar, y le dije que quería separarme. Él me preguntó: - Pero, ¿por qué? Si escribís, tenés una frondosa imaginación…

                                                                                                                                                                                      ***

Escribir es un trabajo muy arduo, no es algo liviano, algo que uno hace de codito mientras está ganando dinero o gobernando una ciudad.



Amor de madre presa en dictadura

Después de los castigos corporales
el miedo
y no saber
cuánto tiempo
permanecería en esa cárcel
su amor de madre
disminuyó.

Su pequeña hija
crecía sin ella
prescindía de ella.

Había guardado
un ovillo de lana roja
que desteñía.

Los días de visita
lo sumergía
en un jarro de agua
y esperaba.

A ese agua roja
se la pasaba por la cara
y la dejaba secar.

No quería que la niña
la viera tan pálida.

De su amor de madre había quedado eso:
el deseo
de no hacerla sufrir.

 

                                                                                                                                                                                        ***

La guardiana del hogar

Los dioses del amor
son tramposos.
Me asignaron como pareja
a un hombre vampiro.
De manera que me vi obligada
a clavar una estaca en su corazón
reducir su cuerpo a cenizas
y esparcirlas fuera de mis propiedades.
Quedé a cargo de la descendencia:
Dos pequeñas larvas de medusa.

Devinieron medusas
y abandonaron el hogar
por el río
hacia el mar.

Así fue como quedé sola
rodeada de una hermosa vegetación
de cañas que hacen música con el viento
de un oleaje que dibuja paisajes de ensueño.
Todo esto
haría feliz a cualquiera.
Pero no a mí.
El cuidado del hogar
me demanda grandes esfuerzos.
Vivo extenuada.

Cada tanto
algún domingo
las medusas vienen a verme.
Se sientan a la mesa
son torpes ¡Tienen tantos bracitos!
Desparraman la comida
se caen de las sillas
rompen las copas.
Ríen y me golpetean
como cuando eran larvas.

Esto es para nosotras
un almuerzo en familia.

Haga lo que haga no tengo chance
No puedo retenerlas.
Vuelven a irse
por el río
hacia el mar.


Entrevista realizada el 21 de mayo de 2016. Edición: Patricio Foglia. Fotografía: Natalia Leiderman.

Gracias a Carlos Battilana, Osvaldo Aguirre, Osvaldo Bossi, Gaby de Cicco, Ivana Romero, Virginia Russo y sobre todo, Estela Figueroa, y cada quien ya sabe por qué.