Presentación de Marea Solar, de Tom Maver

Por Julián López. Texto leído el 29 de abril, en Bar Mordisquito.

Hace mucho me enteré de que habían descubierto las propiedades del Cardo mariano cuando comprobaron que las golondrinas se alimentaban exclusivamente de sus semillas para prepararse a la fabulosa migración con la que todos los años la primavera gringa se las lleva a Canadá y todos los años nuestra primavera las llama de vuelta. El Cardo mariano le hace bien al hígado, esa maleza alta, con flor de espinas como un sol púrpura, regenera las células hepáticas en las que se cuecen la confianza, el entusiasmo.

Como los jarabes de la infancia, todas las cosas que le hacen bien al hígado son amargas, porque amargo tal vez sea el gusto final de la experiencia, un amargor sin pena y sin desencanto. ¿Por qué digo estas cosas después de leer Marea solar, el libro de Tom Maver?

Porque supongo que la poesía es la copa de cristal con la que probamos suerte en nuestra comunicación con los antepasados, una tabla ouija con la que merodeamos el abismo del misterio.

Maver avista pájaros en un cuadrante del mundo lejano y hostil para el calor, y eso ya supone un pacto de lectura salvaje, porque nos arrastra a un laboratorio de leyes glaciales para desmontar al ave y mostrar su corazón diminuto, un corazón sorprendente, capaz de latir en la inclemencia inhumana de todo lo que no se sabe y sucede en simultaneidad inabarcable. El frío mismo es un compás de eso que palpita: el ansia, el deseo de vivir y de entregarse al movimiento de la comunidad, pero también al despliegue de la propia chispa de sol que nos anima.

Maver sigue a esos cardúmenes del aire en formaciones deslumbrantes como sus poemas que se arman naturales y se desarman fulminantes como los prodigios.

Pero también se queda a ser el pájaro, a mirar a su propia civilización mientras pliega las alas para acompañar al que se enfrenta a la roca de su verdad final.

Marea solar es un libro lleno de ideas acerca de la encarnación y acerca del espacio (y sólo alguien idealista y atrevido puede pensar que los pájaros son partículas de lo inmanente que llega en oleadas desde el centro del Sistema), y eso es hablar de la experiencia en la tierra, coordenadas de latitud y longitud para situar el cuerpo en un punto universal determinado.

Hay una alegría grave en la lectura de este libro, porque el poema feliz es siempre doble, una fiesta del reconocimiento y la clara percepción de que su existencia también es producto del horror.

Por eso la búsqueda de poesía es siempre noble, aun cuando ese encuentro muchas veces resulte esquivo. Por suerte ahora tenemos Marea solar, no hay dudas de que Tom Maver es uno de nuestros poetas, un líder de la bandada que percibe con fidelidad la coreografía a la que nos empuja la marea que llega desde el sol.

 

                              *                                      **                                           **                                      **                                      *        

 

Selección de poemas

 

Mi madre, a quien a quien ahora
puedo observar después de meses
de estar inmerso en el calor del huevo,
guarda un largo silencio
mirándome a los ojos pegoteados
antes de acercar su pico por primera vez
y limpiarme. ¿En cuántas moradas más
iré yo a entrar y luego ver por fuera?

*

Nunca termino de saber qué lugar dejo
ni dónde estoy por entrar.
Nace el día para darme de comer delirio.
Subo por un extremo y bajo
hasta la superficie del Atlántico
que se inquieta en brazos de la luna.
Por todos lados, la luz reinventa su presencia.

*

El verano es la inmensa jaula del deseo.
Sólo el frío podría abrir esa puerta
pero quedaríamos expuestos al extravío
de la libertad. Quien ama encierra
a su amado y lo lleva consigo,
en la sombra de su vuelo.

*

Quién hubiera dicho
que iba a estar tan acompañado
por la claridad del día y el suelo rocoso
donde respiro por última vez.
¿Así que esto es el frío, éste,
el temblor del cuerpo?
Bienvenido, entonces, asombro.