Perseverar en pájaro - Sandro Rodríguez Kunturi

 

RITUAL

kallpachasqa
qhawarispa allinta
sapa khuyuypi musquy wañun
wiñay kawsay uthurunkumanta wajllawanku
kay suni yawar ñanman
atini qhispikakuyta tukuy imamanta
sunquta mikhuykukuyta
ñutu jallp’akama riyta


uywa kasqay wayranta rin


tukuy ima junt’akun
rosa simiypi


raphiku

 

RITUAL

el músculo tenso
la mirada aguda
en cada sístole muere la idea
generaciones de tigres me convocan
a este largo camino de sangre
puedo liberarme de todocomerme el corazón
ir hasta el polvoel animal que soy va por el aire


todo se ha cumplido
la rosa en mi boca


se deshoja

 

*

 

KUNTUR

waj sapa kaj
chay nanawan
ayqikullani paymanta
kawsarikuspa
tutata ankunkunapi
jap’in ch’inyayniyta
laqhapitaj, llanthu kani
tukuy ima musquyniymanta


kunanpuni
tukuy runa kayta atiyman
wañuy kawsaspa munani
p’isqupi tajyakuyta

*

 

KUNTUR

es otra soledad
la que me duele
de la que solo me escapo
transcurriendo
la noche en sus tendones
sostiene mi silencio
y en la oscuridad soy sombra
de todo lo que anhelo
justo hoy

que puedo ser todos los hombres
necesito desesperadamente


perseverar en pájaro

PRÓLOGO a KUNTURI(Editorial Deacá, 2019)

Mi familia, abuelos y padres vienen del pueblo de Cafayate, que en kakán significa “entre ríos” o “cajón de agua”. El pueblo nación diaguita habitó, habita y habitará los cerros y valles de lo que hoy decimos noroeste argentino (Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y San Juan) y el norte de Chile. Se dice que son los aymaras australes.

Con más de 500 años de conquista, mutilación y vaciamiento cultural primero por la colonia y luego por los Estados, la lengua ancestral conocida como kakán fue quedando sin hablantes. En muchas regiones ya había llegado la lengua quechua desde el Tawantinsuyo y sus áreas de influencia. Luego también prohibida para obligar el aprendizaje del castellano y su cosmovisión.

Soy Rodríguez hasta y desde mi abuela paterna, doña Serafina Rodríguez. El apellido es una herramienta de posesión que nos vino con la visión conquistadora, con el patronímico que toma, señala y delimita el dominio o la propiedad en el territorio y lo que pueda haber en él, incluso personas. Así fue que por el sistema de encomienda los diaguitas somos Rodríguez, Gutiérrez, Torres, etc. Rastreando en los mayores de la familia que había antes de eso, también por el lado paterno, me encuentro con Condorí, sonido muy común en la región que más tarde devino en apellido. Condorí es KUNTURI, “el enviado de los espíritus ancestrales”.

Ambos apellidos soy yo. Esa dualidad, esa diversidad y esa contradicción me habitan.

De la cultura nos quedan los ritos, los símbolos, el tejido, la cerámicalos lugares sagrados y la vida. De la lengua kakán quedan abundantes topónimos, nombres propios y la ilusión de poder leer alguna vez los inhallables manuscritos del Padre Alonso de Barzana y del padre Lozano, que la historia menciona como traductores y realizadores de
una documentación importante del kakán con fines de evangelizar y que a lo mejor se halle durmiendo en los archivos del Vaticano.

Me crié en Salta capital, donde el quechua suena en las cosas cotidianas como música de infancia, sincretizada y a veces castellanizada.

En la región, espejo de lo que sucede en este libro, se integran términos quechuas al castellano ya que no tienen representación en esta lengua, debido a las diferencias cosmogónicas que portan. Llegué a Córdoba con el objetivo de estudiar medicina, pero también tomé clases de quechua. No soy hablante, sí entendiente y amante del
runasimi: lengua del hombre consciente de su ser. Recuperé en estos sonidos la mirada del mundo andino, la familia, la identidad y mi ser-estar en este mundo.

Aquí, canto con esas voces, para compartir como un tesoro; el tiempo circular en el que todo tiene vida y que ha conseguido superar el antropocentrismo. Esta sabiduría ancestral, que está centrada en el otro. Traigo las riquezas de América que no se llevaron, que cuidaron los mayores con su vida para que en definitiva sea de todos los que elegimos vivir y tener nuestros hijos en esta tierra.

Sandro Rodríguez Kunturi