Días distintos - Andrés Calamaro por Walter Lezcano

La parte de los crímenes (unos apuntes) Volumen I 

 

Somos feos pero tenemos nuestras canciones

 

¿Es la misma persona, a nivel simbólico, de la que se habla en Mil horas y en No me pidas que no sea un inconsciente? ¿Calamaro sabe exactamente de lo que está hablando o es pura literatura? Su voz acá todavía suena muy cálida pero con rastros inevitables de inexperiencia e inocencia. Como un chico lampiño metiéndose en conversaciones de adultos. Sin embargo, contrasta con las palabras que tratan de poner por escrito aquello que se pierde y los procesos de ruptura, externas e internas. Las sensaciones son muy similares en los dos temas: incomprensión, capricho, maldad, miedo, inestabilidad y culpa. Al parecer, Calamaro relaciona el amor, esto ocurrió desde el principio de los tiempos, con una lucha de poderes en la que siempre, indefectiblemente, el protagonista, el que da testimonio, sale perdiendo: Estás mojado, ya no te quiero. Es que el pop cuando no intenta cambiar y embellecer el mundo procura comprender la naturaleza siempre volátil de los corazones y aquello que los movilizan.

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La actitud que consigue Andrés Calamaro en el canto de No me pides que no sea un inconsciente, balada de bar y piano ahogado en alcohol y derrota, hay que buscarla esta vez en Small change y Heart of Saturday night, los dos primeros discos de Tom Waits. Ese es, quizás, el verdadero romance y puente que se relata en esta canción: la de un artista y sus influencias. Algo a lo que Calamaro siempre fue devoto.

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Cuando el teórico literario Mijaíl Bajtín (1895 – 1975) creó el concepto de intertextualidad, dos textos, orales o escritos, que se vinculan explícita o implícitamente, no se imaginó que muchos años después se cruzarían The Doors y Andrés Calamaro para exponerlo con tanta claridad. Hotel Calamaro es, todos los sabemos, una cita directa al Morrison Hotel de The Doors. Es el único lazo entre estos dos discos. 

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Calamaro sufre por amor pero también puede demostrar que, a veces, escapar de una relación puede ser nuestra única salvación para mantener la cordura. Eso es Amor iraní. Una canción que se refiere a las malas relaciones con las religiones totalitarias. El arte de la música permite esta clase de exageraciones. Y al fin y al cabo, cada uno vive el amor como puede.

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¿De dónde viene un tema tan juguetón como Fabio Zerpa tiene razón? Clima de época e intereses personales. Un hit imposible que abre Hotel Calamaro pero que tuvo su (pequeña) relevancia en esa época. Lo interesante aquí es que no se escucha ironía ni cinismo en la canción. Y esto crece muchísimo cuando el propio Zerpa dispara su excelente monólogo. Lejos de la parodia pero sin ninguna seriedad tampoco, este tema nos dice que vivimos en un mundo extraño y desconocido.  Fabio Zerpa tiene razón está en la misma línea de complot y paranoia rockera que Elvis está vivo.

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Los colores y las tapas de los discos. En Vida cruel prevalecen el negro y el azul. Dos tonalidades que podrían ser estados de ánimo consecutivos relacionados con las exploraciones químicas. Así como Honestidad brutal es el red álbum debido a la aparición femenina en su versión más sanguinaria, Vida cruel elige un imaginario oscuro, de drogas, de electricidad, de tecnología, para plantar sus canciones.

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Vida cruel es un disco que quedó (demasiado) atrapado a su época y contexto. Esa instrumentación nos recuerda que nada pasa más rápido que las modas. Leo García ha declarado que es su disco preferido de Calamaro. 

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Dice un proverbio chino arranca así: “Ya es tarde para cambiar”.

En su segundo disco, Calamaro ya había tomado una decisión importante para su vida: ir a fondo con su modo de encarar la creación.

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Rock nacional, los ochenta, Calamaro y la cocaína: Vi la raya. Este tema se recupera luego en El salmón por obvias razones de pertenencia tóxica.

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Además, ¿por qué utiliza en Vi la raya una palabra tan extranjera y lejana como “jaleo”? En la canción también dice en un momento: “Yo me adelanté en este país”. Quizás el “adelanto” al cual hace referencia, y en el que se unen las dos ideas: jaleo y futuro, es la de su exilio voluntario en España a fines de los ochenta. Calamaro dijo alguna vez que las canciones tienen la extraordinaria virtud, a diferencia de las personas, de ver el mañana.

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¿Por qué se lo ve tan enojado a Calamaro en la tapa de Por mirarte? ¿Tendría que ver con la presión que implicaba la publicación de un tercer disco en una carrera que todavía no había explotado como todos esperaban? En cualquier caso, es la imagen de alguien que ve un futuro, en muchos sentidos, aún incierto.

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“Igual que un niño abandonado/ que en la calle lo han dejado/yo te busco desesperado”, dice Calamaro en Cartas sin marcar y es uno de los comienzos más recordados del rock nacional que funda una línea compositiva que luego otros seguirían. Y es una serie de palabras que tranquilamente se pueden relacionar con ese otro comienzo memorable: “Estoy tan  solo y triste acá en este mundo abandonado”. 

Para algunos músicos, la orfandad es un estado muy productivo.  

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Solamente con la canción Cartas sin marcar algunas bandas pudieron armar casi toda una carrera. Como en el caso de Los Tipitos y Estelares, por ejemplo. 

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Por mirarte, el disco en su conjunto y su sonido, que le debe mucho a Gringi Herrera, también puede percibirse de la siguiente manera: Ariel Rot meets Calamaro.

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¿Puede rockear Calamaro? ¿Se la banca? Estas preguntas sin sentido que circulaba a mediados de los ochenta se responde de manera contundente: con No te bancaste. Un rock and roll de estirpe clásica, ortodoxo, que funciona gracias al despecho que se exhibe en la letra. El resentimiento: otro motor extraordinario y sumamente creativo.

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Lou Reed y sus guitarras. Y sus letras. Y, claro, su imagen.

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Escribió Fabián Casas:

Andrés Calamaro hizo discos hermosos. Nadie sale vivo de aquí, tal vez sea el mejor de todos tomado en su conjunto. Un disco pop, influenciado por Lou Reed, que tiene momentos líricos inolvidables. Después creó canciones profundas. Por suerte la música no es una competencia, pero si lo fuera, pocos podrían pelearle la punta a Andrés en el género de la canción simple, emotiva. La canción redonda. La canción hecha y derecha. La que suena en las radios y en la ducha. La que nos defiende de la muerte, la que nos pone dos hielos en el corazón y nos inflama el pecho.

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Calamaro ya no “canta” en algunos temas. La soga al cuello y Dos romeos tienen ese abordaje desde la voz así como ocurre con Qué ritmo triste de El salmón. Otra marca de Lou Reed. O de los talking blues también. Como si fueran parte de unas zapadas bluseras en la que el creador trata de “encontrar” la canción. Son modos de explorar. Y, claro, que nada detenga la fertilidad de la composición. Lo que se relaciona mucho con No tengo tiempo, esa rancherita que dice: “y las canciones las compongo caminando entonces algunos versos se me van”. La solución a esto es, por supuesto, el encierro y no hacer otra cosa más que componer. Acá hay un link con lo que vino mucho después y que podríamos llamar The salmón experiencie.  

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Pasemos a otro tema, Ni hablar y Señal que te he perdido condensan y delimitan todo un terreno lírico y melódico que hizo de Calamaro alguien reconocible dentro de la montaña de música que inunda nuestras vidas. Algo que no tiene nada que ver con el éxito comercial. Aquello que algunos definen como “evolución” nunca fue más evidente que en esta triada de pequeños artificios pop finamente construidos. Son canciones, pongámoslo de esta manera, en la que podemos ver a un artista encontrarse a sí mismo y aquello que lo representa (“No me opongo si este es mi destino”). 

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¿De dónde proviene una frase como “Abro la puerta como un poeta fértil dándose a conocer” para hablar, luego, de una relación que se derrumba indefectiblemente? Es la que abre Señal que te he perdido e integra ese conjunto de imágenes casi perfectas que integran el amplio repertorio de Calamaro. La poesía como algo definitivo, una elección que marca una destino, y la fertilidad como un río incontenible que apabulla y al que sólo resta entregarse. Ahí hay dos ideas (la poesía, la producción) a las que Calamaro le rinde tributo desde siempre, a pesar de que él mismo no es un poeta, aunque sí es un narrador extraordinario como lo demuestra en Dos Romeos.

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¿Por qué ponerle Nuestro Vietnam a un tema que habla del SIDA? Para 1989 ya habían muerto Federico Moura y Miguel Abuelo. También se sabía que el reconocido fotógrafo del rock Alejandro Kuropatwa había contraído el virus. Y a pesar de que la información sobre el VIH era muy escasa a nivel popular había una certeza: era terriblemente efectivo y mortal.

Entonces Nuestro Vietnam como una guerra contra el cuerpo, el deseo y la sexualidad donde las “bajas” eran cada vez más frecuentes.

En apenas un minuto, unos pocos versos (“Nuestro Vietnam/ hecho de saliva y sangre,/ es verdad,/ y tal vez no te voy a perdonar/Nuestro Vietnam”) y una extraordinaria interpretación que desgarra, Calamaro logra una de las mejores canciones de su repertorio. Y por otra parte, consigue un certificado de adultez y sensibilidad estética que roza lo poético.      

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¿Qué otros discos salieron en 1989 además de Nadie sale vivo de aquí? Cómo conseguir chicas de Charly García, 40 dibujos ahí en el piso de Divididos, ¡Bang! ¡Bang! ¡Estás liquidado! de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Furtivos de Ratones Paranoicos, Tierra del fuego de Virus, el EP Languis de Soda Stereo, El milagro argentino de Los Auténticos Decadentes, entre otros.

Año complejo para destacarse.

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Escribió Marcelo Fernández Bitar en 50 años de rock en Argentina sobre el año 1989:

El 14 de mayo hubo elecciones presidenciales y por primera vez en muchos años se pasó la banda presidencial de un presidente elegido democráticamente a otro. Si bien la entrega del mando se adelantó del 10 de diciembre al 9 de julio debido a la hiperinflación, hubo razones de sobra para festejar. El rock no estuvo ajeno a las celebraciones, máxime teniendo en cuenta la futura designación de Litto Nebbia como director del Centro de Divulgación municipal. Hubo shows en Parque Centenario, Parque Lezama, Barrancas de Belgrano, Pompeya y Recoleta, con la presencia de Fito Páez, Luis Alberto Spinetta, Pedro y Pablo, Fontova, Ratones Paranoicos y Lito Vitale. Un par de días antes del escrutinio, Claudia Bello organizó un cierre de campaña en el festival Rock en La Boca, con ñoquis y música de Memphis La Blusera, Los Intocables, Fontova, Todos al Obelisco y Los Auténticos Decadentes.

Año complejo para destacarse.

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En su cuento Los años tóxicos, del libro Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama, 2016), Mariana Enríquez escribió lo siguiente:

“1989.

Ese verano se cortaba la electricidad en turnos de seis horas, una orden del gobierno porque el país ya no tenía energía, y nosotras no entendíamos muy bien qué significaba eso. Nuestros padres decían que el ministro de Obras Públicas había anunciado las medidas necesarias para evitar un apagón generalizado en una sala iluminada a penas por un sol de noche: como en un campamento, repetían. ¿Qué sería un apagón generalizado? ¿Quería decir que íbamos a estar a oscuras para siempre? La posibilidad era increíble, estúpida, ridícula. Inútiles, los adultos, pensábamos, que inútiles. Nuestras madres lloraban en la cocina porque no tenían plata o no tenían luz o no podían pagar el alquilar o la inflación les había mordido el sueldo hasta que no alcanzaba más que para pan y carne barata, pero a nosotras nos daba lástima, nos parecían cosas tan estúpidas y ridículas como la falta de electricidad.” 

Año complejo para destacarse.