Considerarme amado, sentirme/ amado en la tierra - Raymond Carver por Martín Sánchez Ocampo

Si quedan dudas de que el amor es el calmante más natural del mundo, un encuentro entre dos faltas o un milagro, la poesía de Raymond Carver las despeja. 

No tan celebrados como sus relatos breves, en sus poemas Carver expresa, entre otras cosas, la devoción que le suscita su esposa al punto de nombrarla cuatro veces seguidas, como si fuera un mantra, en el epígrafe de uno de sus libros póstumos. 

Y también agradece su aparición con humildad: “Todo fue una propina, una simple propina”. Así considera en uno de sus textos a sus últimos diez años con vida, que los pasó “sobrio, trabajando, amando y siendo amado por una buena mujer”. 

No es poco para alguien que siempre despilfarró, que casi muere de alcoholismo y cuyo principio imperativo estaba estampado en su cigarrera: “AHORA”. 

Así, Carver pudo escribir “Un último fragmento”, poema en el que por fin salió a la luz un deseo que ahogaba sistemáticamente con la bebida y el tabaco: “Considerarme amado, sentirme/ amado en la tierra.”.

Estas versiones, con suerte, funcionan como un antídoto al actual mandato de medir, calcular y evaluar todo en un afán de programar las relaciones y borrar la sorpresa. En definitiva, tal vez propicien el consuelo de soportar juntos algo que no tiene solución.

Martín Sánchez Ocampo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

AMOR, UNA PALABRA

 

No iré cuando me llame

aunque diga Te quiero

especialmente eso,

aunque jure

y prometa que sólo habrá

amor amor.

 

La luz de este cuarto

se extiende sobre cada

cosa por fin;

ni siquiera mi brazo forma sombra,

está demasiado consumido por la luz.

 

Pero esta palabra amor

esa palabra se hace oscura, se vuelve

pesada y se sacude, empieza

a comer, a temblar y abrirse paso

convulsamente por este papel

hasta que también quedamos borrados

en su garganta transparente y todavía

ordenas y haces brillar tu

pelo suelto que desconoce

la duda.

 

 

 

 

DOS MUNDOS

 

En el aire denso

con olor a azafrán

 

sensual olor a azafrán,

miro cómo desaparece el cielo limón,

 

un mar que cambia de azul

a negro aceituna.

 

Miro el relámpago que salta desde Asia como

dormido,

 

mi amor se agita y respira y

se vuelve a dormir,

 

parte de este mundo y sin embargo

parte de aquél.

 

 

 

 

UNA MUJER SE BAÑA

 

Río Naches. Justo debajo de las cascadas.

A cuarenta kilómetros de cualquier ciudad. Un día

de densa luz solar

cargado de olores de amor.

¿Desde hace cuánto?

Ya tu cuerpo, perspicacia de Picasso,

se seca al aire de esta zona montañosa.

Te seco la espalda, las caderas,

con mi camiseta.

El tiempo es un león de montaña.

Nos reímos de nada,

y cuando te toco los pechos

incluso las ardillas

quedan deslumbradas.

 

 

 

 

MUJER

 

Mi mujer desapareció con toda su ropa.

olvidó dos medias de nylon, y

un cepillo para el pelo detrás de la cama.

Me gustaría atraer su atención

hacia esas medias, y hacia los pelos

negros que quedan en las púas del cepillo.

Tiro las medias al tacho de basura; el cepillo

lo guardo para usarlo. Únicamente la cama

resulta extraña e imposible de soportar.

 

 

 

 

DOMINGO POR LA NOCHE

 

Usá todas las cosas que te rodean.

Esta ligera lluvia

Del otro lado de la ventana, por ejemplo.

Este pucho entre los dedos,

Estos pies en el sofá.

El débil sonido del rock and roll,

La Ferrari roja del interior de mi cabeza.

La mujer que anda a los tumbos

Borracha por la cocina…

Agarrá todo eso,

Usálo.

 

 

 

 

LA MARCHA HACIA RUSIA

 

Justo cuando él había abandonado la idea

de volver a escribir una línea más de poesía,

ella empezó a cepillarse el pelo.

Y cantaba esa canción folklórica irlandesa

que a él tanto le gustaba.

Era sobre Napoleón y

su “hermoso ramo de rosas, ¡oh!”.

 

 

 

 

LAS JÓVENES

 

Olvidá todas las experiencias que impliquen muecas de dolor.

Y cualquier cosa que tenga que ver con la música de cámara.

Museos en tardes lluviosas de domingo, etcétera.

Los viejos maestros. Todo eso.

Olvidá a las jóvenes. Tratá de olvidarlas.

A las jóvenes. Y a todo eso.

 

 

 

 

COLIBRÍ

Para Tess

 

Vamos a suponer que digo verano,

escribo la palabra “colibrí”,

la meto en un sobre,

y la llevo colina abajo

hasta el buzón. Cuando abras

mi carta recordarás

aquellos días y cuánto,

cuantísimo, te quiero.

 

 

 

 

AMAR

 

Desde la ventana la veo inclinada junto a las rosas

agarrándolas lo más cerca que puede la flor para no

pincharse los dedos. Con la otra mano las arranca,

hace una pausa y arranca otra, más sola en el mundo

de lo que pudiera imaginar. No quiere

alzar la vista, no ahora. Está sola

con las rosas y con otra cosa en que sólo yo puedo pensar,

pero no decir. Sé los nombres de esos rosales,

 

se los pusimos cuando nuestra reciente boda; Amor, Honor,

Cariño-

de este último es la rosa que me tiende de repente, después

de entrar en la casa entre dos miradas. La acerco

a la nariz, aspiro el aroma, me aferro a él –olor

de promesas, de tesoros. Mi mano en su cintura para acercarla,

sus ojos verdes como el musgo del río. Y le digo entonces

enfrentándome a lo que se acerca: mi mujer. Lo diré

mientras pueda, mientras respire, con cada pétalo

de la rosa.

 

 

 

 

NINGUNA NECESIDAD

 

Veo un lugar vacío en la mesa.

¿Para quién? ¿Quién falta? ¿A quién le estoy tomando el

   pelo?

El barco espera. Ninguna necesidad de remos

o de viento. Dejé la llave

en el mismo lugar. Ya sabés dónde.

Recordame, y todo lo que hicimos juntos.

Ahora estrechame con fuerza. Eso es. Besame

en la boca. Ahí. Ahora

deja que me vaya, querida. Dejame ir.

Ya no nos volveremos a ver en esta vida,

así que dame un beso de despedida. Acá. Volveme a besar.

Otra vez. Ahí. Ya es suficiente.

Ahora, querida, dejá que me vaya.

Es hora de ponerme en camino.

 

 

 

 

 

ÚLTIMO FRAGMENTO 

 

¿Y conseguiste lo que

querías de esta vida?

Lo conseguí.

¿Y qué querías?

Considerarme amado, sentirme

amado en la tierra.

 

Martín Sánchez Ocampo estudió Ciencias de la Comunicación en la UBA y actualmente trabaja como editor para un portal de noticias. Publicó “Lluvia púrpura” (Huesos de Jibia, 2008) e integra la antología “El Rayo Verde” (Viajero Insomne, 2013).